jueves, 13 de mayo de 2010

El después


Lo inicuo del amor son las noches sin sueño, los segundos de lágrimas muertas recorriendo mejillas doloridas.

Son los lugares sin sombras, las montañas recorridas en ausencia.

Las palabras rebozadas de mentiras y las ilusiones suicidas.

Lo malo son las noches desesperadas de labios con sabor a quimera, de rostros sin nombre, y de amargos desencuentros.

Son las mañanas de resaca, las duchas de reproches y los silencios ensordecedores.

Es sentir el calor del hierro ardiendo en el infierno de verdades a medias.

Lo peor son las palabras que no se dicen, los sentimientos que duermen bajo las almohadas de camas vacías sin ausencia.

Es levantarse con las lágrimas del arrepentimiento, y el dolor del odio por los besos que fueron matando la ilusión de un sentimiento.

Es saber que la distancia es infinita a pesar de que el deseo permanece intacto.

Abrazarse a la lejanía en el letargo de la amarga muerte de los sentimientos enrabiados.

Obligarse a olvidar lo que la memoria ansia recuperar.

Asentir con la rabia del odio, y el rencor de adentramos en el oscuro abismo del paladar exquisito.

Porque cada boca extraña aprieta asfixiando la mente de lunáticos enamorados incapaces de superar que el adiós es inminente.

Cada luna nueva las caricias abrasan la existencia de un amor, que se derrite entre los dedos de la pasión adolescente.

Cada beso robado, cada abrazo amesurado es la tortura que, poco a poco, nos va dejando sin aliento para continuar viviendo.

Porque lo peor del amor es esa agonía de la búsqueda temida del final de los finales.